Sin embargo, allí no es dónde termina el debate y el problema, sino es el lugar dónde inicia. Los primeros que están encantados con esta posición son los propios partidos políticos electorales, pues una llamada idealista y abstracta al rechazo de los partidos electorales, les permite a ellos mismos colocar mejor sus fichas y preservarse en el poder.
Movimiento 15 de mayo en España, en la plaza del Sol. |
Y no es que no reflexione sobre el hecho de que los partidos políticos electorales no son los únicos que tienen posibilidad de canalizar la voluntad ciudadana, o dar la respuesta a lo que la sociedad necesita. El problema es que una ciudadanía requiere algo más que una postura voluntarista para revertir a los partidos políticos electorales, que en efecto, tienen el poder político. Sin un contrapoder organizado, eficiente poderoso, los llamados a una ciudadanía abstracta son vaciedades. Las movilizaciones terminarán en el cansancio y los más alegres con esto serán quienes ya poseen el poder, los partidos políticos electorales.
Si la población esta cansada de los partidos políticos electorales y no ve opción en ellos tiene varias salidas:
- Conformar nuevos partidos políticos electorales.
- Construir un contrapoder revolucionario que terminará enfrentándose al poder.
- Condicionar a algún partido político amarrando acuerdos a los que se sujetaría.
Una solución de largo plazo, que tiene el riesgo de sufrir el mismo proceso que ha estudiado desde inicios del siglo XIX Robert Michels. La situación de diferencia que gozan los dirigentes en relación de los ciudadanos va estableciendo un abismo entre ambos. A la larga, los "políticos" tendrán tal autonomía en relación a los ciudadanos que no tendrán intereses comunes e incluso se contrapondrán. Este proceso es propio de los partidos y también de los sindicatos.
Para la gran masa de ciudadanos, la construcción de partidos políticos electorales comprende siempre el riesgo de que minorías se coloquen por encima de todos, mientras que las mayorías van perdiendo el control de los partidos.
Este es el hecho que muchos interpretan como la corrupción en los partidos políticos y la inutilidad de formarlos o seguirlos. Sin embargo, el sistema de partidos políticos es el medio de influir en las tomas de decisión en los parlamentos, en los gobiernos y en las instituciones políticas. Quienes piensan que sin los partidos políticos podrán alterar las políticas nacionales se enfrentan al hecho de que los partidos son instancias que compiten por el poder y a veces lo tienen.
Construcción de un poder revolucionario.
Para los que se sienten apolíticos y neutrales ciudadanos que sólo aspiran voluntaristamente a ser independientes de todo, la realidad los enfrenta a un hecho contundente. Sin los partidos y sin el juego democráticos en el sistema de partidos, no existe otra forma que la construcción de un contrapoder político desde abajo. Ello configura la formación de un nuevo poder.
Ejercito rojo y soviets en Rusia en 1917. |
Los bolcheviques en 1917 lograron romper con los poderes existentes, el zarismo y el nuevo sistema de partidos que se formaba por el gobierno provisional, para configurar un contrapoder en base a lo que conocemos como los Consejos Obreros. Organismos formados de abajo hacia arriba, dónde a través de la democracia directa, las masas lograron por lo menos provisionalmente desplazar el poder de los partidos políticos tradicionales. Ello implicó no sólo la formación de un poder paralelo, los Soviets, sino armar un ejército paralelo para derrotar el sistema de los partidos políticos.
Quién pretende que es posible a través de la movilización ciudadana, la neutralización de los partidos políticos tradicionales, es tibio porque la única manera de neutralizarlos realmente es la supresión de estos mismos a partir de una revolución social.
Nuevas tendencias hablan de evitar la toma del poder y construir un poder regional paralelo al margen del nacional. El neozapatismo mexicano alimentó la idea de que no era necesario ocupar el poder nacional, siempre corrompedor y cooptador hacia el poder de los luchadores. Tomar el poder sin tomar el poder, es una idea desarrollada por el irlandés John Holloway y alimentada por el programa del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. EZLN.
John Holloway |
No pelar al poder y contruir un poder de abajo hacia arriba como si el poder nacional y de los partidos políticos no existiesen. Esa es la prouesta de los Caracoles llevados a cabo por el EZLN en la construcción de los llamados municipios autónomos en Chiapas.
La extensión de este movimiento a nivel nacional tomó cuerpo en la llamada "Otra Campaña" que fue el intento de realizar una campaña electoral paralela por fuera de las elecciones y con la finalidad de exhibir y atacar al sistema electoral ordinario y oficial.
Las consecuencias de esta concepción se pueden ver con mucha claridad en lo sucedido en San Salvador Atenco, dónde los miembros del Frente de Pueblos en Lucha por la Tierra terminó enfrentándose al poder estatal y nacional con las consecuencias de represión que todos conocemos.
Sin el poder, con poderes fácticos desde abajo, estos poderes eventuales sobrevivien acotados por las fronteras que les permite el poder nacional dominado por los partidos políticos. Los caracoles están allí, pero el poder político nacional es la realidad mayoritaria en el resto del país. Para el país no esta al orden del día la creación de un municipio autónomo sino la trasmisión del poder por los partidos políticos. Aún con los Caracoles Peña Nieto del PRI, llegará al poder sin ningún problema.
Por eso algunos sectores de izquierda señalan al EZLN como cómplice de la perpetuación de los gobiernos de derecha a nivel nacional y el desastre que esto ha traído consigo.
La coalición amplia entre la izquierda social y la izquierda electoral.
Los gobiernos conservadores no se cuestionan la necesidad de ser sujeto a las masas. Las masas son para los conservadores sectores que deben ser representados y cualquier beneficio que se canalice hacia ellas es tachado por estos de populismo. En cambio se mueven por intereses. y prevalecen los negocios de esta clase política con los grandes empresarios. Los conservadores representan en este momento a la élite política en contra del resto. Su control se basa en comprar consciencias, canalizar recursos electorales, comprar propaganda electoral en medios electrónicos, para perpetuar su interés básico. Proseguir beneficiandose y beneficiando al sector que los financia y los mantienen en el poder, los grandes empresarios nacionales de los cuáles los políticos son sus representantes.
Para el resto de los gobernados, los partidos políticos no representan sus intereses, por ello no se sienten representados. La derecha se encarga de estimular este sentimiento porque el mayor beneficio al atraco del botín es alejar las políticas populistas, para quedarse ellos con todo.
Sin embargo, la experiencia latinoamericana nos ha dado otro panorama. La izquierda ha llegado al poder en Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Uruguay, Paraguay y Nicaragua. Lula, Kichner, Evo Morales, Hugo Chávez, Correa y otros son el ejemplo de que experimentar otras vías en alternancia en el poder es posible.
Lo común a muchos de estos gobiernos es que la izquierda supo resolver la ecuación entre los intereses de una izquierda social representada por los Sin Tierra en Brasil o el Sindicato Metalúrgico con el Partido del Trabajo. Lula debió encabezar un programa que recogía no sólo el apoyo y las demandas de la izquierda social, sino que estaba condicionado a este apoyo. Lo mismo se da con el movimiento indígena en Bolivia y en Ecuador, el poder electoral esta condicionado a recoger e impulsar las demandas sociales de la población, pues el dinero público es para la población y no para los altos salarios de los funcionarios y los préstamos que se hacen los empresarios, como es el caso de México
Un frente nacional que considere los frentes populares locales como la APPO, el FPLT, el EZLN que condicione al giro de las políticas actuales el beneficio de la amplia mayoría de la población. Arrancarle a los conservadores el poder y reorientar en otro sentido la política nacional.
Un movimiento ciudadano que termina desafiando al poder, como sucedió en España, para facilitar la conversión nacional del PSOE al PP, significa la derrota del movimiento ciudadano. Los ciudadanos deben hacerse valer frente a los partidos sus demandas, o toman el poder o logran mecanismos para que los partidos reorienten hacia dónde ellos quieren la política y ello se hace con nuevos partidos o aliandose con los sectores que podrían seguir sus demandas dentro de los ya existentes.
La concepción posmodernista de limpiar de la política los movimientos ciudadanos, sólo los lleva al fracaso. Es pretender cándidamente que el poder no existe. Lo que más asusta al poder no es el movimiento limpio de política, sino orientar un movimiento hacia intereses claramente políticos
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