En México es evidente que nadie vivió el periodo de la conquista y que las referencias a la misma son sobre todo históricas. La educación pública cultivó con especial cuidado la rememoración de los agravios españoles como la tortura a Cuauhtémoc y los abusos contra las poblaciones. El reclamo brota espontáneo entre muchos mexicanos que con convicción les reclaman a los contemporáneos españoles los abusos cometidos hace cerca de 500 años.
Es una situación incómoda, como incómodas son las respuestas de los españoles, sobre todo cuando se hacen en sentido totalmente inverso, es decir cuando se enorgullesen del acto de conquista como si eso no fuese un valor antiético.
El 12 de octubre se celebra el día del descubrimiento y para los españoles el día de la hispanidad. En América y en México es la ocasión para que centenas de organizaciones salgan a manifestarse en contra de la celebración.
Tengo amigos en uno y otro lado, excelentes amigos españoles y excelentes amigos pro pureblos originarios. Mientras este tema no se toca, la riqueza en el diálogo es increíble. Yo ni recuerdo en la plática que alguien es español o que cree en que mesoamérica esta presente. He mantenido siempre simpatía, desde jóven por las comunidades indígenas y desde luego rechazo el racismo existente en México contra los indios. La clase media urbana mexicana aún mantiene la costumbre de decirle naco a quién teniendo rasgos indígenas es pobre. Doble estigma, la pobreza y la indigencia. Los mexicanos también son racistas y no sólo de arriba a abajo, sino también a los lados.
Recuerdo muchas historias de la gente que salió expulsada por el terremoto de 1985 de la Ciudad de México, la forma tan hostíl como, a pesar de su desgracia, fue recibida en muchos lugares como Aguascalientes, Guadalajara o Guanajuato. El estigma tenía un epíteto, un peyorativo, chilango o chilangos. El peor y más vergonzoso de los episodios fue aquél en el que en el norte aparecieron pintas de Haz patria mata un chilango.
Un compañero de trabajo que se trasladó a Guadalajara y compró un departamento en condominio, poco después del terremoto me contó que todos los vecinos comenzaron a pasarse la voz para que sus hijos no jugaran con el chilango, es decir con el hijo de mi compañero. El extremo fue que una argentina era una de las más activas promotoras, hasta que el trabajador cansado fue y le tocó amenazándola: "Sí usted nos sigue molestándo y hablando mal de nosotros, la vamos a denunciar a gobernación para que la expulsen del país".
En mi vocabulario, un servidor rechaza el término "naco", "chilango", "guacho" u otra forma ofensiva que se refiera a un grupo social o regional en México. Tampoco adoro a los extranjeros, pero tampoco los confronto. Para mi hay personas en concreto, con ideas y comportamientos éticos, sean españoles, norteamericanos o indígenas. Para mi los campechanos son tan buenas personas como los yucatecos y los oaxaqueños son tan valiosos como los regiomontanos. ¿Por qué regresamos a estas cosas, si en general en España yo he encontrado no sólo un buen trato sino hasta un tratamiento tan cálido para los mexicanos? Los españoles nos tratan muy bien allá en la península y es que tenemos tanto en común. Reconocer nuestro yo profundo pasa por el México profundo de Bonfil Batalla, pero también por el español occidental que tenemos todos adentro. A 500 años yo no creo que se bueno seguir riñiendo, lo valioso de cada quién se da por sí mismo.
Debemos cuidarnos más de nuestros racismos internos. Ello nos dará mucha fortaleza a la hora de tener nivel para enfrentar los racismos externos. Cuando se porta una visión humanista, es más fácil entender las alteridades.
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