Los judíos han sido algo normal entre la familia, han existido relaciones con ellos sin que los veamos en exterioridad. Mi padre se convirtió del libre pensamiento al catolicismo cuando era mayor de edad, pero tuvo muchos amigos judíos cuando vivió en Nueva York. En los años 30, poco antes de la guerra fue enviado con su familia al barrio de Brooklyn para evitar los desordenes de la caída de Juan Vicente Gómez en Caracas. Así que viajaron a la Big Apple con una tía de ellos, mi tía abuela y tuvieron que vivir un tiempo allí.
En Times Square tuvo un amigo judío cuya madre era muy consentidora y protectora con su hijo, además que tenía mucho dinero. Recuerdo una anécdota en la que mi Papá invitó al chico al otro lado del puente y lo llevó a una heladería. En Times Square los helados costaban entre 70 y 90 cts. de dólar mientras que en Brooklyn eran entre 40 y 60. Así que al llegar a la heladería pidieron el de 60 cts. El niño judío quedó impactado por la enorme cantidad de helado por 60 y exclamó ¡Esto por 60 centavos! El dependiente tomando exactamente al revés la frase le dijo ¿Y qué querías por 60 centavos?
Para mi los judíos eran una cosa de relato, los conocí a lo lejos cuando se presentó un grupo Scout isrealita en un evento. Más adelante los he venido conociendo como mis alumnos. Han atravesado muchos de ellos por mis aulas y más de uno se convirtió en mi amigo.
Me quedó muy claro, los judíos no son ningún grupo racial, son más bien grupos con creencias religiosas basadas en el judaísmo. Son un grupo muy endógamo, lo que quizás los convierte en blanco de un cierto rechazo social. También suelen tener éxito en sus actividades, lo que despierta contra ellos envidia, celos, rechazo. Cuando comes con ellos guardan las restricciones de los alimentos. Nada de Jamón o cerdo, nada de mariscos, es muy curioso que sentados a tu mesa no pueden comer todo, así que si les invitas ten en cuenta que tienen restricciones para comer.
En general conmigo fueron muy tolerantes y respetuosos. Alguna vez le pregunté a uno de ellos que si quisiese ser judío que pasaría.
Me respondió que tendría que pasar pruebas, la circuncisión, el aprendizaje de la Tora y la tradición. Corroboran que la conversión sea algo sincero. Los judíos no son un grupo unificado, existen por decirlo así varias comunidades, muchas de ellas radicadas en nuestro país.
En mi perspectiva, el odio a los judíos es algo enfermizo, nunca lo he entendido bien y creo que no lo entenderé. Respeto mucho los juicios en contra del Estado de Israel contra los palestinos, pero creo también que existen muchos ángulos en el conflicto, en verdad lamento mucho que ese conflicto este vivo.
El antijudaísmo católico nunca fue, digamos, algo que entendiera mucho. He escuchado entre los católicos juicios contra los judíos, per sé, sin argumentos, un odio porque sí. No son todos los católicos, son sobre todos los de la ultra derecha y la derecha que tiene fuertes tintes falangistas. Cuando alguien empieza con anti judaísmo no es un católico común y corriente, es sobre todo un católico con nexos conservaduristas.
Mucho de ese judaísmo viene precisamente de algo que he leído. Los cristianos se deslindaron de los judíos, en el momento en que los israelíes se rebelaron contra los romanos y resistieron en Masada. Los cristianos eligieron los evangelios que menos se contradecían y que daban una cierta coherencia a su doctrina. El problema también es que dichos evangelios eran críticos al judaísmo.
Por ello tampoco puedo empatar para nada con el neo nazismo, las evidencias del Holocausto son contundente, el negacionismo histórico es tan sólo un acto ideológico de propaganda que no tiene ninguna base.
El antijudaísmo produce odios, cosas que no tienen justificación. Existe judios que son buenas personas y también los existen antipáticos y prepotentes.
Sin embargo, un rasgo de una persona no puede calificar a todo el grupo social o etnico, podemos tratar de entender, debemos ser tolerantes con lo que quizás no pueda gustarnos, debemos admitir las aportaciones que los judíos han hecho al mundo contemporáneo. Las creencias no determinan necesariamente sus aportaciones al mundo.
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