Educar en las incertidumbres.
Edgar Morin y la enseñanza de incertidumbres.
La enseñanza de las certezas en la configuración de lo Thomas Khun llamó los paradigmas del conocimiento. Es decir un conjunto de verdades halladas que sirven para desarrollar conocimientos. Esta idea de las revoluciones científicas puede encontrar sus ejemplos claves en la Teoría de la Gravedad de Newton o en la Teoría de la Evolución de Darwin. Para Thomas Khun las revoluciones científicas se dan en los momentos en que por el desarrollo del conocimiento, las teorías ya no pueden explicar los fenómenos y es menester explicar de otra forma el universo o el mundo.
Karl Popper se apresuró a desmentir a Khun diciendo que por lo regular el conocimiento no avanzaba por las certezas, es decir por la elaboración positiva de verdades o teorías, sino porque al exponer estas teorías a diversos fenómenos, lo único que se podría obtener regularmente son sus defectos, sus fallas. Así Popper postuló que el conocimiento científico no avanza por las certezas, más bien por los errores, lo que impulsa a los teóricos a elaborar nuevas explicaciones.
Popper basa las revoluciones científicas en una epistemología faibilista, es decir que el encontrar los errores es lo que permite a los científicos tomar nuevos enfoques y replantear sus teorías. Frente a la elaboración de paradigmas, Popper parecería formular errores como motor de las revoluciones cientificas.
Otro aspecto que le fue criticado a Kuhn fue la figura solitaria del investigador que halla respuestas en la construcción de un paradigma. Para Margaret Masterman el análisis de que se entiende por paradigma encuentra ambigüedades, inconsistencias y contradicciones. El investigador aislado no encuentra este conjunto de certezas, sino la retroalimentación de un medio que se hace en la investigación. El avance del conocimiento tiene que ver con el establecimiento institucional de programas de investigación.
En todo caso, tenemos aquí dos niveles de reflexión epistemológica. La relación entre las certezas y las incertidumbres en el conocimiento; y la acción individual y colectiva dentro del proceso de construcción. La educación debe dejar de enseñar sistemas cerrados de certezas para abrirse a las incertidumbres, es decir a aquello que no conocemos, no esperamos y para lo que inicialmente no tiene respuesta.
Riña entre ciencias sociales y la ciencia de la naturaleza.
Una riña muy común entre las ciencias es la comprensión de los problemas sociales. No es como suponen los analistas sociales que las matemáticas que utiliza la física o la química sean inútiles e inaplicables en las ciencias sociales, sino que el objeto social es tan complejo que se necesitarían enormes procesadores para reconstruir millones de variables que ocurren en el terreno de lo humano. Por eso la especulación y la observación empírica suelen sustituir al aislamiento experimental y controlado de los laboratorios. Es un método más cómodo y también el supuesto para huir de un lenguaje matemático del que científicos sociales han sido prófugos. Sólo algunas ciencias han avanzado en la aplicación de modelos como es el caso de la economía o la sociología aplicada. Con tan mala fama entre sus colegas antropólogos, historiadores o politólogos que suponen que las matemáticas son herejías en su ciencia. Así la cuantificación es menospreciada por la observación "cualitativa" y se sustituye con mucho o poco, la cuantificación numérica.
Lo curioso es que la riña entre las llamadas ciencias del espíritu y las de la ciencia de la naturaleza no se encuentra en esta diferencia de aplicación del método matemático, sino en la suposición de que para ser objetivo, el observador de las ciencias humanas no puede observarse a sí mismo. "Tomar distancia" significa desprenderse del sentimiento de pertenencia social, política, cultural, para reconstruir un conocimiento descriptivo alejado de las influencias malignas del partido, la facción o el interés contaminantemente personal. La purificación acontece en el momento en que dejamos de ser nosotros mismos y tomamos distancia frente a nuestros fenómenos sociales. Este principio postulado por Kant y luego traducido por Whilheim Dlthey, terminó marcando el horizonte decimonónico de las ciencias del espíritu que nos legó en siglo XIX. La objetividad deviene no de la irracional pasión, sino de la acción descriptiva, higienica, racional de un objeto contemplado al que había que arrancarle sus características física, antes que las emocionales se apoderasen de nuestro pensamiento. Por eso la postulación de Dilthey desembocó en esa interpetación de los objetos observados y el problema de su correcta interpretación. A este principio acuden los positivistas del XIX también cuando construyen a partir de la lejanía de los hechos, por los objetos documentales, el procesos histórico. Mientras más lejos se encuentren estos hechos en el tiempo, el prejuicio marca, más cerca estamos de abolir nuestra emoción y el involucrarnos en este tiempo. Por eso la vehemencia de los historiadores tradicionalistas, fieles herederos del positivismo, de no hacer historia del tiempo presente o historia inmediata, porque eso significaría comprometernos demasiado con nosotros mismos. Su alegato absurdo es que no han concluido los procesos, como si la historia fuese de procesos concluidos.
El mundo de la vida, vertigionoso presente continuo.
Para el ciudadano común, el mundo de la vida no tiene metodología y conocimiento científico, más allá del darse cuenta empíricamente de condiciones y consecuencias. En México lo más probable, lo sabemos todos, es que el PRI se impondrá. Y también sabemos el hambre que traen para sacarnos todo lo que puedan.
Allí hay una mezcla entre certeza e incertidumbre. La certeza es que los conocemos y sabemos como actúan. Se como si metieramos a un glotón donde están los pasteles. La incertidumbre es por nosotros, porque sabemos que serán incontenibles, autoritarios, represivos. Nadie en México cree que la imposición será precedida de mesura de su parte, esperamos lo peor. Y no es el mundo metodológico, de estudio de casos y sus regularidades, es más bien el mundo de las sensaciones y las experiencias.
Empezaron a aparecer porros en las escuelas. Los mismos comederos, la misma repetición de viejos métodos. El porrismo en México es el uso de golpeadores a sueldo sacados de los barrios bajos contra los estudiantes; los usaron contra el movimiento estudiantí en los años 70 y los usan en las escuelas de los estados gobernados por el PRI. El movimiento #Soy132 de Hidalgo denunciaba que no les habían permitido usar los auditorios de las universidades o escuelas para sus reuniones, en Ecatepec hasta golpeadores mandaron.
La experiencia, no el estudio científico es quién nos dice que las cosas tornan en el país a los años 70. Un gobierno autoritario que no querrá soltar el poder democráticamente, que construirá un aparato para impedirlo y que endurecerá la política para no tener contrapeso en los distintos espacios. El neoliberalismo sobrevivirá muchos años más en México y su sombra cubrirá a las nuevas generaciones. En ese sentido las nuevas generaciones aprenden y trataran de resolver las futuras incertidumbres. No les espera un mundo fácil.
Peña Nieto trata inútilmente de convencernos de que las cosas cambiaron. Sin embargo, no hay más oposíción real en este momento en el país que la izquierda. Y no es un asunto ideológico o doctrinario. La derecha, el conservdurismo entró en bancarrota en su papel, no fue capaz de impedir ser un bando necesario de colaboración y cómplice de la corrupción, por lo que dejó de ser oposición funcionalmente hablando. La oposición es grande, pero representa 1/3 del electorado. No nos hemos movido después de 1988.
Aparentemente no tendría que haber incertidumbre si regresamos a algo que ya es conocido. El problema es que Peña Nieto tiene razón, el país no es el mismo, en los 70 no era tan malo, hoy tenemos vestigios de país, restos de un naufragio dónde la sobrevivencia se traduce en violencia. El regreso de un régimen violento no es buen augurio para nadie, es un peligro para todos.
Resiliencia humana, la respuesta social en la vida cotidiana.
Nos queda poco a los mexicanos. Millones han emigrado en una diáspora histórica a los países del primer mundo. Las protestas en el exterior son un indicio de que México se traslada a otros puntos del orbe. Migración y exilio son dos conceptos de resistencia de los mexicanos, el país esta marcado por la pobreza, la marginación, la corrupción y una élite que vive de ella.
La fortaleza de México no esta ni en su gobierno, ni en sus instituciones, ni en su clase política. Tenemos un Estado en bancarrota, saqueado, desmantelado con una total falta de credibilidad. Todas las mentiras que nos dicen estan montadas en la prepotencia y en el cinismo. Su dizque combate al narcotráfico esta plagado de beneficios, lavado de dinero, peculado y nepotismo. El poder político es una cosa que hiede, una infección mortal que amenaza acabar con nuestro país. Lo peor, es que no tenemos otra salida política o democrática, el clientelismo tiene dominada a la gente, los negocios mal habidos, la falta de un ambiente de desarrollo.
Los jóvenes encontraron la respuesta, pero es una respuesta cultural y por lo tanto aislada, debil aún. No debemos ser como ellos, por eso trasladarse al exterior y aprender a no ser corruptos es la Resiliencia que nos queda. RECHAZAR repudiar la corrupción como una forma cultural. No nos queda el Estado, pero como sea somos una nación que resiste a su propio Estado y la resistencia se tiene que basar en nuevos valores y nuevas concepciones.
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