La decadencia de la burguesía mexicana.
Un puñado de hombres son dueños del país. Roberto Hernández, Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego, Azcárraga, Lorenzo Servitje, Harp Helú y otros han imperado el país desde que la dinastía Salinas De Gortari los elevó beneficiándolos como los mayores empresarios del país.
La burguesía mexicana dejó de ser revolucionaria tras el proceso de industrialización y hoy no porta más que una subjetiva ideología y un poder material que ninguna fuerza del país a podido superar.
A diferencia de los años 40, cuando la burguesía industrial transformó al país llevándolo a ser la 13a economía, hoy el país padece uno de los peores estancamientos económicos, expulsión masiva de mano de obra y pérdida de control del Estado que los benefició. Más de la mitad del país vive en la pobreza, mientras que ellos se cuentan en la Lista Forbes de los más ricos del mundo. Ya no responden al país, hoy viven la mayor parte del tiempo en el extranjero y sólo se benefician a sí mismos.
Con la ayuda de la clase política, una cleptocracia partidaria, este grupo ya no paga impuestos, no regresa a la nación que les vio nacer nada y de ella extraen todos los beneficios. No viven aquí, la inseguridad los hace tener casas en el exterior, mientras que sólo vienen a administrar sus negocios. Por eso ya no les importa la posición del petróleo como puntal del desarrollo nacional. Quieren lo más rápidamente, vender todo o comprar lo que les beneficia. Y esto lo hacen con la ayuda de la clase política nacional.
En el pasado, la burguesía fortaleció el Estado nacional y ahora lo pone en liquidación porque nada le importa ya la suerte del país de los mexicanos. Sus allegados, sus cercanos constituyen los perros guardianes de un sistema decadente donde los mexicanos ya no contamos. El último bastión nacional, de identidad nacional lo constituye la defensa del petróleo y la posibilidad de zafarnos del proyecto neoliberal donde esta clase decadente nos metió. Pocos imaginan el desastre que constituirá que estos potentados logren completar los compromisos hechos con los norteamericanos en el consenso de Washington.
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