No provengo de una familia de militares, mi abuelo revolucionario quiso permanecer civil, a pesar de que le otrogaban grado en el ejéricto constitucionalista dónde militó. Mi relación con el Ejército o con la Marina ha sido más bien marginal, algunos amigos cuyos padres estaban en las armas, el servicio militar y alguna anécdota que podría contarles. Debo decirlo claro, me han tratado con respeto, han sido amables, jamás me he enfrentado a ellos y más bien he podido dialogar con la parte pensante de las fuerzas armadas.
Pienso que el Ejército es heterogéno, se ha visto involucrado indebidamente en labores que no le corresponden y en ocasiones son políticos y no militares quiénes los han involucrado en represiones y matanzas civiles. Hay, no podemos negarlo, militares que si han cometido actos y excesos con los que no puedo estar de acuerdo. Mi posición es de respeto y a la vez crítica con respecto a ellos. ¿Cómo es posible? El ejército mostraba una cara no muy digna.
El Servicio Militar me dejó mal sabor de boca, vi en él a elementos del Ejército en su plenitud de corrupción. A los 17 años anticipé el servicio y me enrolé en la Policía Militar del destacamento en dónde me tocó realizarlo. Me interesaban las artes marciales y en la época en que yo lo realicé aún no se concebía el Servicio Militar como un servicio social, sino que se tenía que marchar. En la práctica de marchar, lo que me parecía aburrido, encontré que en la policía militar te enseñaban artes marciales, así que para "evitar" la marchada, preferí la práctica de las artes marciales y el manejo de la defensa personal. Me gustaban tanto que prácticamente, casi nunca falté a la cita. Juré Bandera y con ello me había ganado la liberación, sin embargo a la hora de recogerla me inventaron faltas y me extorsionaron para que las pagara. Desde luego han de saber la imagen que tuve al ir a recoger mi liberación a la casa de un sargento al que otros también hacían fila y le entregaban dinero para que nos entregara un documento que legitimamente habíamos ganado.
Ya en la Academia, en una ocasión se acercó un aspirante quién me saludaba, se acercaba y me hacía la plática. El aspirante me preguntó si conocía las instalaciones del Colegio Militar. No, le dije, no tengo familiares militares, así que me sería muy difícil conocerlas. Yo lo invito, me dijo, daré una conferencia sobre el Ejército en el Colegio Militar con motivo de las fiestas de independencia. Bueno, le dije si usted me invita, me agradaría conocer dichas instalaciones al sur de la Ciudad de México.
Tenía, he de confesar mis dudas, pero atendi la invitación. Nos recogerían en la casa de esta persona quién me citó temprano. Pase tiempo esperando y parecía que todo era un fraude cuando efectivamente llegaron dos oficiales del Ejército, uno de ellos del Colegio del aire y nos subieron a un vehiculo militar, de esos que tienen numeritos en las puertas y son de color verde militar. Pues bien tomamos el periférico y luego la carretera rumbo al Colegio, eran importantes porque cuando llegamos al retén de la entrada al ver al militar del Colegio del Aire de inmediato, en automático, rápidamente subieron la pluma para que pasaramos.
Nunca pensé que esa tarde sería muy agradable. El Colegio Militar tiene unas instalaciones muy grandes, impresionantes y los recursos y funcionamiento es técnicamente impecable. En realidad yo iba de invitado, el personaje que me llevaba era conocido por ellos. Coincidimos en algo, la historia militar del país y con los oficiales platicamos de la guerra del 47, de la batalla del 5 de mayo. Eran estos personajes muy preparados y conocían a fondo estos acontecimientos, que yo, por mi interés en la historia militar, también conocía. Coincidiamos en algo, el amor por el país. Me respondieron puntualmente, de manera muy profesional preguntas y dudas. En realidad el universo de las armas es muy complejo. Presenciamos el desfile vespertino, en el edificio principal, una enorme mole de concreto que representa la cara de Hutizilopochtli, según me indicaron. Todas las escuelas, de todas las armas pasaron como hormiguitas frente al edificio. Estaba toda la plana mayor, el Director del Colegio y los oficiales, yo uno más entre sus invitados.
Al terminar nos llevaron a ver una especie de set con la reproducción del Castillo de Chapultepec, dónde este oficial del Colegio del Aire preparaba una representación de la batalla. Se interesó mucho porque yo soy historiador. Le indique que los estudios recientes sobre los mártirez de la batalla de Molino del Rey, eran jóvenes entre los 16 y 19 años. Se mostró muy interesado. Pasamos a cenar, no iba preparado para ello y atravesamos un inmenso comedor redondo, dónde quienes habían desfilado ya se encontraban cenando. El centro era como el comedor de oficiales, allí nos esperaban el director y oficiales de alto rango, nos sentaron en una mesa alargada a cenar con ellos y unos soldados, pues no se puede disfrazar el origen, vestidos con galopina comenzaron a servir la cena.
Me reservaré llos detalles de a plática de esa noche por motivos de discresión y de gratitud con mis anfitriones, pero puedo decirles que fue muy interesante pues entendí que los militares entienden de la política nacional y que tienen una perspectiva particular en torno a la misma, pude observar que existen militares que son nacionalistas con los que comparto el amor al país. Corría el año de 1997 y ellos estaban muy conscientes de que podría haber alternancia en el poder, estaban preparados para ello y la respetarían. Hubo otras cosas que para mi fueron todo un aprendizaje, pues me dedico a la historia del siglo XX. No daré detalles.
Pasamos a la conferencia de quién me invitó, en un inmenso auditorio que tiene todos los servicios y todos los adelantos. No referiré la conferencia ni su contenido. Al final nos agradecieron, monté en el vehiculo militar y nos regresaron a la casa de quién me había invitado. Como entenderán, era algo un poco surrealista que no esperaba, una oportunidad así es muy rara y prácticamente no se da.
Con el tiempo me he dedicado al estudio de la violencia social y laboral, por ese motivo he apoyado la elaboración de cosas sobre el Ejército, como la dirección de un catálogo fotográfico del acervo del periódico El Nacional, en el INEHRM. También sobre aspectos negativos en la Guerra sucia. Y yo mismo he estudiado la insurrección de los años 70 del siglo XX en México. Entre especialistas, el diálogo siempre ha sido cordial, respetuoso y de intercambio a la hora de argumentar las diferencias. El Ejército y la Marina tienen personas muy preparadas, son instituciones dónde no necesariamente hay gente insensible.
Es muy importante que el Ejército salga de las calles, que regrese a sus cuarteles, que cumpla la función para lo que fueron creados, la defensa interior y exterior del país. No son policías, son soldados. El fortalecimiento de la sociedad civil y el fortalecimiento del Estado son dos ejes sobre los cuáles puede construirse una estabilidad democrática sin importar si la izquierda mexicana llega al gobierno. La militarización del país no es deseable.
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